lunes, 4 de marzo de 2013



Josep Fontana se pregunta desde hace casi treinta libros sobre las relaciones entre el poder y el trabajador a lo largo de los últimos dos siglos. En los últimos quince años analiza por qué los derechos de los trabajadores han quedado reducidos a tenues ascuas o dónde está aquel propósito de un mundo mejor, equitativo y cohesionado, que alumbró al finalizar la II Guerra Mundial. Los historiadores también se frustran y se decepcionan, Fontana es uno de ellos. Ese malestar alimenta sus investigaciones sobre el fracaso de las falsas promesas que garantizaban a todos los hombres de todos los países una existencia libre, sin miedo ni pobreza. Casi siete décadas más tarde el desengaño no puede ser mayor.
Después de Por el bien del imperio. Una historia del mundo desde 1945, publica El futuro es un país extraño. Una reflexión sobre la crisis social de comienzos del siglo XXI (ambas en la editorial Pasado & Presente), una secuela actualizada de las preocupaciones que surgieron al maestro de historiadores al analizar las razones históricas de esta crisis financiera y social. “La visión de la historia en que fuimos educados, que nos garantizaba un porvenir de progreso continuado, ha dejado de tener validez, y el futuro se ha convertido en un país extraño que habrá que descubrir y conquistar”, resume el historiador apuntando los dos ejes de su incisivo estudio: el final del proyecto histórico del Estado de bienestar y con él la tarea más necesaria, la de inventar un mundo nuevo que pueda ir reemplazando al actual, “que tiene sus horas contadas”.
¿Los resultados de Grillo en Italia son una evidencia de ello? “En realidad, lo que indica Italia es que el sistema se descompone a pedazos sin aportar nada nuevo. No hay ninguna alternativa y no parece que de este desorden vaya a salir un orden nuevo porque ninguno está planteando eso. Unos plantean austeridad, otros aceptan las reglas globales con alguna cataplasma para aliviar el daño. Las fuerzas de Grillo simplemente quieren desmontar el sistema, no plantear una alternativa. Esto no se parece en nada a lo que era una gran amenaza. En 1968 los estudiantes creían que del desorden saldría un orden, pero este caso lo único que revela es que el sistema se desquicia sin perspectiva de cambiarlo por otro nuevo”, explica a este periódico Fontana.
El investigador hace una foto a los inicios del siglo XXI y la imagen que aparece es un mundo frustrado y rencoroso, que puede incendiarse en el momento menos esperado. La capacidad de tolerar el sufrimiento no es ilimitada. “La reforma laboral es un retroceso al mundo anterior a 1945. Tras la Segunda Guerra Mundial llegaron las conquistas sociales, pero ahora obtenemos la negación de lo ganado”.
El retraso del progreso
Progresar al mismo ritmo que lo hace la ruina y la deuda, ha hecho de la política una deriva del poder económico. “Nosotros también crecimos en un mundo que no funcionaba y quisimos cambiarlo. No obtuvimos buenos resultados, pero teníamos esperanzas de cambiarlo. Hoy las esperanzas de cambiarlo son muy vagas. El peor enemigo es la resignación. Hay que estar preparado para luchar por cambiar las cosas”, añade. Probablemente se haya llegado al límite, dice, pero las protestas que vemos estos días no son el síntoma del cambio, porque son “protestas contra objetivos puntuales”.
La lógica del reformismo de mediados del siglo pasado comenzó en las clases ilustradas europeas, quienes reconocían que, con el fin de evitar revoluciones,convenía proteger los derechos de los trabajadores, mejorar los salarios y las condiciones de trabajo y crear un estado del bienestar para redistribuir la riqueza y financiar bienes sociales, como la educación y la sanidad. Era el momento de las grandes promesas de futuro a cambio de la paz social.
“Esta evolución se invirtió a partir de los años setenta del siglo pasado, después de la crisis del petróleo, que sirvió de pretexto para iniciar el cambio. La primera consecuencia de la crisis fue que la producción industrial disminuyese en un 10 % y que millones de trabajadores quedasen en paro”, recuerda el profesor Fontana. Es decir, no fue el humanitarismo, sino el miedo a la revolución el que obligó a los empresarios a admitir limitaciones.
La crisis no es un accidente
“Es la lógica y natural consecuencia de una política dedicada a favorecer exclusivamente los intereses de los más ricos y de las grandes empresas”, resume. Los especuladores han evolucionado y ya tienen permisividad antes la especulación financiera, se han garantizado la impunidad y la capacidad de modificar las leyes antes de cometer el crimen. Incluso se ganaron el privilegio, “infundado según la experiencia histórica”, de pagar menos impuestos para animarles a invertir y a reactivar la economía.
Fontana recoge la conclusión de un estudio del Congressional Research Service que asegura que “hay poca evidencia en los últimos 65 años de que los recortes de impuestos a los que tienen mayores ingresos aparezcan asociados al crecimiento del ahorro, de la inversión o de la productividad”. Es decir, esta medida favorece al mecanismo que alimenta la desigualdad económica y el control social.
“La gran mutación histórica que estamos viviendo no arranca en 2008, sino en los años setenta del siglo pasado, cuando se rompieron las reglas de que habían alimentado la ilusión de un mundo que evolucionaba hacia un progreso continuado”, explica para aclarar que vivimos las consecuencias del proceso de desregulación de la actividad empresarial y del empobrecimiento de los trabajadores. Fontana advierte que las consecuencias no son meramente económicas, porque la actual situación mundial se debe “a un proyecto social que ha comenzado por la privatización de la política y aspira a conseguir la privatización entera del propio Estado”.
La propuesta democrática está en peligro y el futuro es un retorno a “los tiempos feudales”. El historiador vaticina que entonces dejaremos de pagar impuestos al gobierno, porque serán reemplazados por servicios de trabajo forzado a las empresas propietarias de todos los recursos y todos los servicios de que dependen nuestras vidas.
Lucha y alternativa
Así que una vez hayamos asumido que las conquistas sociales logradas hace dos siglos han desaparecido se iniciará una nueva etapa de progreso “en la que habrá que volver a ganarlas con métodos nuevos, porque las clases dominantes han aprendido a neutralizar los que usábamos hasta hoy”. Para el historiador la gran lección que hay que deducir de esta experiencia es que “ningún avance social se consigue sin lucha”. “Los grandes estallidos sociales no se han podido pronosticar nunca. Sabremos cuando hemos llegado al próximo cuando la policía se niegue a reprimir”, avisa.
Lo que se gana no es resultado directo de la lucha –explica el historiador-, pero el miedo garantiza la viabilidad de la negociación. Desde los ochenta no hay un enemigo, porque si algo está claro es que no hay una alternativa. Las opciones que se plantearon para establecer un sistema social diferente fallaron. La gente todavía no combate pensando que tiene la posibilidad de subvertir el sistema por otroque le favorezca a sus derechos. Hoy nadie tiene un sistema alternativo como para movilizar a la gente”.
Tampoco Grillo, que representa para Fontana una respuesta al desencanto total de la sociedad que se siente estafada. Poco más. “Es seguro que no conduce a nada, queGrillo no es capaz de generar alternativa”. Considera que el problema real es que no aparece una idea nueva en la que creer, aunque defiende la idea de la esperanza: “De momento lo más serio que hay son los movimientos ciudadanos, las formas de organización ciudadana contra los agravios que ayudan a ir concienciando a la gente. Por ese camino cuajarán las cosas. La esperanza de que las cosas van a cambiar es evidente, porque un retroceso de este tipo no puede sostenerse indefinidamente. Las alternativas no tienen por qué ser sangrientas”.



           PS
POCO QUE AÑADIR TENDRÁ QUE PASAR MAS DE LO QUE YA PASA PARA DESPERTAR TODOS:
ESOS ESCLABOS QUE TIENEN TRABAJO ACEPTANDO
 SALARIOS DEL SIGLO PASADO
           LOS PARADOS RESIGNADOS Y ........
           PARECE QUE NO SUFRIMOS LO SUFICIENTE 
           PARA LUCHAR TODOS UNIDOS POR UNOS DERCHOS   QUE NOS ESTÁN ROBANDO A PASOS GIGANTES 
                                                                  ES MI OPINION 
 
       
 

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