viernes, 1 de marzo de 2013













1Parte Ernest Bloch El peregrino de la esperanza....
Revista EstudiosPoliticos,Facultad de Ciencias Políticos y sociales,
Universidad Nacional Autonoma de México,enero-abril de 2005.

                      Ernest bloch:El pelegrino de la esperanz
                                                                                                                          Araceli Mondragón G.

Resumen.
Araceli Mondragón recupera aspectos importantes del pensamiento de Ernst Bloch, el principal pensador de
la utopía en el siglo XX. De acuerdo con lo anterior, se intenta por una parte,  revalorar la importancia del
pensamiento utópico en  su dimensión  sociopolítica, en sus posibilidades éticas, estéticas e inclusive en su
contribución para situarnos en una perspectiva historiográfica no determinista, sino abierta. Por otra parte se
recupera lo que Bloch llamó “el principio esperanza” como elemento clave de la apertura del porvenir del ser
humano que se extiende hacia los límites de lo que puede ser y no es todavía.
Abstract.
In this essay Araceli Mondragón discusses important aspects of Ernst Bloch ways of thinking about Utopia in
the 20th Century. The author tries to  reassess the importance of utopian though not only in its sociopolitical
dimension, but also in ethic and aesthetic possibilities and its contribution to place the reader in an open and non
deterministic historical perspective. Furthermore, what Bloch called “the Principle of Hope” can be perceived as
a key concept that allows mankind to extend its possibilities toward the limits of a possible future which is not yet
accomplished.
A map of the world that doesn’t include Utopia is not even worth
glancing at.2
Oscar Wilde
Con esta cita concluye Ernst Bloch un encuentro con Theodor W. Adorno en 1964; en
aquellos tiempos habían ocurrido dos guerras mundiales, el ascenso del fascismo, la Shoah,
la  bomba   atómica,  la  expansión   del  socialismo   y  el   estalinismo.   El   mismo  Bloch  había
*
 He tomado esta definición sobre Ernst Bloch de André Neher, quien, en su libro They Made their Souls
Anew, titula el capítulo 10: “El peregrino de la esperanza: Ernst Bloch”.
1
 Artículo publicado en la Revista Estudios Políticos, Octava Época, Núm. 4. Enero – Abril, 2005, Facultad
de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM, México. Esta reflexión es un intento de síntesis de la parte que dedico
a Bloch en la tesis titulada La función práctica de las utopías como crítica ética de la realidad. Escatología y
utopía en los pensamientos de Ernst Bloch y Emmanuel Lévinas.,  la cual fue presentada en la Facultad de
Ciencias Políticas y Sociales, UNAM, para obtener el grado de maestría.
2 Un mapa del mundo que no incluya Utopía no es digno de ser visto

experimentado el exilio, el retorno y la necesidad de emigrar nuevamente.3
Estas palabras de Wilde, fueron retomadas por Bloch como parte de la respuesta a una
pregunta de Horst Krüger, moderador del encuentro antes mencionado: ¿puede la esperanza
ser   frustrada?  Una   larga   respuesta   a   esta   pregunta   fue   también   el   tema   del   discurso
inaugural de Bloch en 1961, en  sus  cursos en Tubinga, universidad que  sería  su último
espacio académico.
Recordar esta cita es relevante si caemos en la cuenta de que lo que el entrevistador
estaba planteando eran los límites y las posibilidades de las utopías, su validez y su función
dentro del discurso social y político y su dimensión respecto a la existencia humana. Se trata
de la misma cuestión a la que fue sometida la utopía a finales del siglo XX y a principios del
XXI. Es esta la misma pregunta a la que hoy debemos responder, aún cuando algunos han
celebrado ya el funeral del pensamiento utópico.
A partir de esta gran interrogante quiero plantear dos preguntas que se empeñan en
responder a y por la pertenencia o la impertinencia de lo utopista y de lo utópico y sobre todo,
la importancia que esto puede significar en nuestros tiempos.
• En primer lugar quisiera plantear por qué es aún válido un discurso que apunta al no­
lugar, en un contexto global en el que dominan los discursos de que la acción humana
se   circunscribe   a   las   posibilidades   ya   determinadas   y   se   resuelve   en   entidades
abstractas –como el mercado­ ante los que la mayoría de las personas tienen poco o
nada   que   hacer.   Es   necesario   recuperar   la   noción   de   que   la   historia   no   está
determinada o que es un destino fatal; aún más, es necesario recordar que los seres
humanos –sus decisiones, sus acciones y relaciones­ son factores fundamentales en
los rumbos que ésta pueda tomar.
• En segundo lugar,  y, como consecuencia de la afirmación implícita en la  cuestión
3 El pensamiento de Ernst Bloch se inserta en un movimiento intelectual que se define por la búsqueda de
una  respuesta  a  los  grandes temas  que  ocupan el pensamiento  occidental moderno.  ­En esta  línea  están
determinados   también   los   pensamientos   dialógicos   de   Buber   y   Marcel,   el   pensamiento   escatológico   de
Benjamin  y el pensamiento socioreligioso de Franz Rosenzweig ­ Sus ideas  se ubican en «un movimiento
histórico   que   se   deja   medir   en   la   magnitud   y   en   la   diversidad   de   esa   gran   constelación   de   políticos,
profesionistas, intelectuales y artistas judíos que se extiende favorablemente sobre todo el panorama de la alta
cultura europea a comienzos de este siglo». (Echeverría, Bolívar. “Benjamin: mesianismo y utopía”, en Valor de
uso y utopía, México, Siglo XXI editores, 1998, pp. 125­126).

anterior, quisiera reflexionar sobre las características de ese no­lugar en el contexto
histórico actual. No está de más recordar que el deseo o esperanza utópica no son
categorías fijas, sino históricas, que expresan las realidades y expectativas de seres
humanos   en   tiempos   y   en   espacios   determinados.   «Nadie   podrá   negar   que   la
esperanza es uno de los hábitos que más profundamente definen y constituyen la
existencia humana».4
• Finalmente,   quisiera   señalar   por   qué   el   pensamiento   de   Bloch   representa   una
respuesta utópica válida y viable para nuestros tiempos.
1. ¿Tiene todavía lugar el no­lugar?
Sabemos que el significado literal de utopía es no­lugar o sin lugar, de este significado
literal  viene  la  definición  coloquial  que  entiende  por  utópico  lo  imposible  o  lo  irreal. Sin
embargo, no es casual que Tomás Moro haya cambiado el nombre de su libro Nusquam (del
latín, “en ninguna parte”) por Utopía (del griego u­topos, sin­lugar o eu­topos, el mejor lugar),
con este doble significado añadió Moro al problema de la posibilidad o imposibilidad de las
utopías el problema ético: la necesidad de buscar relaciones más justas y humanas.
No me ocuparé aquí de lo que define al género político­literario utópico ­la propuesta o la
búsqueda de una sociedad ideal­5
, sino de la relación entre posibilidad e imposibilidad, de los
4
 Laín Entralgo, Pedro La espera y la esperanza. Madrid, Alianza, 1984  p. 16
5 Si ponemos atención en el pensamiento utópico, desde un punto de vista histórico, podemos darnos
cuenta que las utopías tienen una doble relación con la realidad: la primera (en la que se centra su legitimidad o
ilegitimidad desde el punto de vista político), se relaciona con sus posibilidades o imposibilidades de concreción
o   realización.   Es   este   el   aspecto   en   el  que   ponen   mayor   atención   los   defensores   y   los   detractores   del
pensamiento utópico; la segunda relación se presenta en el origen mismo de la construcción de utopías. Su
primer vínculo con la realidad está determinado por el contexto histórico en que éstas surgen. Las utopías,
antes que un sueño o que un proyecto, son una expresión de realidades sociales y políticas en un período
históricamente determinado. El  contexto histórico en que se inscriben los pensamientos utópicos marca de
manera profunda sus significados, sus contenidos y sus posibilidades. Las utopías no sólo pueden tener una
orientación práctica, sino que, desde el principio, surgen de la práctica o, al menos, de la crítica de la práctica.
Rut Levitas (The concept of utopía. Great Bretain, Syracuse University Press, 1990) señala tres niveles de
acuerdo a los cuales se pueden definir los modelos utópicos: 1. Por su forma: Modelo de una sociedad ideal, sin
importar su posibilidad o imposibilidad concreta. Este es el nivel más amplio de definición de las utopías. Aquí
cabe incluso lo que el sentido común define por utopía, como algo deseable, aunque irrealizable; 2. Por su
contenido: Modelo de una  sociedad ideal  y proyección de  cómo debe ser esa sociedad. En este nivel, las
utopías presentan contenidos normativos que pretenden llevar a la realidad inmediata hacia ideales utópicos.
Aquí podemos ubicar a la tradición liberal; 3. Por su función: Modelo de una sociedad ideal, proyección de cómo
debe ser esa  sociedad ideal  y definición de las posibilidades prácticas de transformación. Aquí las utopías

límites de transformación de la realidad, de aquello que Bloch llamó la  función utópica  ­la
manifestación de una conciencia anticipadora consciente­sabida­
6
 y que tiene que ver con el
vínculo efectivo entre utopía y praxis, en otros términos, de la pertinencia o no de la utopía y
de las posibilidades de su función práctica.
En este sentido, debemos partir de la premisa de que la dimensión utópica no se limita al
absurdo o a una fantasía que no tiene vínculos concretos con la realidad. Nuestro punto de
partida será, en consecuencia, que la realidad humana no permanece inmóvil, que cambia en
tanto existencia abierta que aún no acaba: se mueve, rápida o lentamente, melancólica o
confiadamente,   desencantada   o   esperanzadamente.   La   existencia   humana   puede
permanecer o puede echarse a andar, teme o se arriesga, quizá hasta se decida a recorrer
caminos de utopía.
7
En este momento es necesario detenernos y preguntarnos ¿por qué ese necio empeño
por   reivindicar   la   utopía   cuando   constantemente   se   le   proclama   como   un   pensamiento
derrotado?
Hay dos aspectos que nos permiten dar respuesta a esta pregunta: la primera tiene que
ver   con   las   condiciones   de   nuestra   realidad   inmediata   que   limitan   o   impiden   la   plena
realización humana, la segunda con la función que la utopía viene a cumplir para los seres
humanos en general y de los imperativos utópicos para nuestro tiempo en particular.
Recuperar la importancia de una esperanza que pueda abrir nuestra existencia en el
porvenir se vuelve tarea indispensable cuando la acción y el sentir se encuentran atrapados
en el aquí y en el ahora. Nunca como hoy el ser humano estuvo atado al eterno presente,
nunca como ahora se vivió la existencia en el instante o en la frenética sucesión de instantes:
pasan de la expresión desiderativa y la relación normativa con la realidad inmediata a la actividad práctica de
transformación con el fin de realizar, en la medida de lo posible, los fines utópicos. En este nivel se ubica el
pensamiento marxista.
En un sentido amplio, el utopismo puede designar elementos utópicos presentes en una teoría; planes
completamente utópicos; esquemas que se presentan a sí mismos como utópicos, al plantear una sociedad
ideal; y teorías catalogadas como utópicas, de manera externa, por comentaristas y críticos. (Goodwin, Barbara
y Keith Taylor. The politics of Utopia. Londres, Hutchinson & Co. Publishers, 1982)
6
  Bloch,   Ernst.  El  principio   esperanza.   Madrid,   Aguilar,   1979.  T.   I   p.  133   (De   aquí  en  adelante   nos
referiremos a este texto como PE).
7
 Existe una obra de Martín Buber con este nombre. (Buber, Martin. Caminos de utopía, México, Fondo de
Cultura Económica,  colecc. Breviarios.)

en  la  urgencia  por  vivir  la  inmediatez  del momento  pierden  importancia  la memoria  y  la
responsabilidad histórica, ¿qué decir del anhelo, la esperanza y la anticipación utópica?
El debilitamiento de las formas colectivas de relación y participación llevan al sujeto a
condiciones de soledad extrema: es difícil que el desencanto y el repliegue sobre uno mismo,
sea en la variante del hedonismo, sea en la expresión del egoísmo o sea en el aislamiento
respecto al mundo,  signifiquen  posibilidades de  vida  verdadera. Contrariamente a lo que
afirman las ideas que ponen al individuo como origen y punto de llegada de las relaciones
sociales, uno necesita de otro para reconocerse, para afirmar su propia subjetividad: ¿qué
significado pude tener estar feliz o estar triste si uno no puede ver reflejada esa felicidad o
esa tristeza en los ojos de otro?
Creo   que   hoy,   más   que   nunca,   se   hace   necesario   replantear   los   límites   y   las
posibilidades del pensamiento utópico como respuesta a una necesidad antropológica vital.
Una de las cuatro grandes preguntas que, de acuerdo a Kant, resumían el saber filosófico es
¿Qué se puede esperar? ­las otras tres eran: ¿Qué se puede saber?, ¿Qué se debe hacer? y
¿Qué  es  el  hombre?­.8
  Así,  la  esperanza,  disposición  subjetiva  de  apertura  al  porvenir,
representa   para   el   ser   humano   una   dimensión   indispensable   en   su   constitución
antropológica.
Tenemos así que el ser humano
...es un ser que, por imperativo de su propia constitución ontológica, necesita saber, hacer y
esperar,   y todo  ello  dentro  de  ciertos  límites  y  conforme   a  ciertas  normas.  Un  hombre  sin
esperanza sería un absurdo metafísico, como un hombre sin inteligencia y sin actividad.9
La esperanza es la disposición antropológica que le abre al ser humano su temporalidad
al porvenir. El ser humano no se encuentra acabado, es un ser siendo, existiendo en el
mundo, con posibilidades y, por lo tanto, por ser todavía. El ser y la realidad de la existencia
humana no se encuentran simplemente determinados por un pasado o atados a un presente;
sino que se desbordan a sí mismos en posibilidades, tienden al porvenir, están ligados a un
tiempo aún­no­presente, con las cualidades de lo real preñadas de futuro.
10
8
 Buber, Martin. ¿Qué es el hombre?, México, Fondo de Cultura Económica, colecc Breviarios 10, 1992, p.
12.
9
 Laín Entralgo, Pedro. Op. Cit. p. 17.
10  Zecchi, Stefano.  Ernst Bloch: Utopía y esperanza en el comunismo. Ediciones Península, Barcelona

Este acercamiento entre ser y existencia, que extiende la realidad hacia el vasto mundo
de la posibilidad es el que permite replantear los límites y las posibilidades de lo utópico de
aquello que es imposible hacia lo que aún­no­es­posible.
Este vínculo concreto entre las utopías y la realidad, se hace efectivo en cuanto los seres
humanos actúan con el fin de satisfacer esa necesidad utópica. Es también esta relación la
que nos permite distinguir las utopías abstractas ­aquellas que no tienen ningún vínculo con
la realidad­ de las utopías concretas ­aquellas que mantienen un vínculo de latencia o anhelo
necesario y de tendencia o posibilidades reales­objetivas­.11
La utopía  orientada a  una función práctica, entonces, debe  ser  concreta tanto en  su
crítica ­que no es absoluta separación de la realidad sino superación de ésta­, como en su
práctica ­al trascender el momento negativo de la crítica hacia la socialización y la acción
consciente.
Esta conciencia, que choca con la inmediatez del mundo, no puede seguirse llamando
inexistente, irreal. La dimensión utópica no es pura fantasía o pura crítica. Lo real no siempre
coincide con lo verdadero, el crimen y la injusticia pueden ser reales pero no verdaderos, en
cuanto entran en contradicción con la plena realización humana, en cuanto niegan e impiden
las condiciones humanas de las personas, en este sentido, considera Bloch, “lo que oprime y
debilita tiene que ser eliminado”.
12
Esta búsqueda de la perfección mediante  imágenes desiderativas anticipatorias  no es
una búsqueda errática o un camino sin rumbo, el sentido de la utopía está señalado en la
dimensión ética de la búsqueda de la realización plena de la felicidad y la libertad: el ultimum
de   las   posibilidades   anticipadas.   Este  ultimum  extiende   los   límites   de   las   posibilidades
humanas más allá de las condiciones inmediatamente existentes, hasta el territorio de la
justicia aún­no realizada.
El nexo que une realidad y utopía se expresa e dos sentidos: en términos sociales, como
la necesidad de justicia ­la utopía critica y corrige la realidad con sus contenidos éticos­; y, en
términos individuales, como esperanza ­como disposición subjetiva que abre el porvenir­; a
1978, p. 81.
11 PE, T. I, p. 133
12 PE, T.II, p. 11

su   vez   ambas   confluyen   en   la   práctica   concreta   ­como   respuesta   a   la   necesidad   de
transformación de la realidad inmediata­.
En la posibilidad de la acción orientada a la transformación del mundo se encuentra la
riqueza de lo que Bloch llama función utópica:
el punto en el que la esperanza, ese peculiar afecto de espera en el sueño hacia adelante,
no aparece ya tan sólo como un simple movimiento circunstancial del ánimo, sino consciente­
sabida, como función utópica.13
Esta   función   utópica   se   manifiesta   en   el   nivel   subjetivo   como   una   disposición   de
esperanza y, a partir de aquí, comienza a existir con posibilidades de germinar, como una
semilla de posibilidad que se hace objetiva en cuanto entra en contacto con las condiciones
existentes, comienza a manifestarse como realidad en la acción transformadora que logra
crear.
2. ¿Cómo debe responder la utopía a las necesidades del momento actual?
La utopía, de acuerdo a la reflexión anterior, no es únicamente un no­lugar, es también
un no­tiempo, o un aún­no­tiempo, es algo que se debe esperar14 y que se debe construir.
La disposición básica de la utopía en el ser humano es la esperanza, esta disposición es
un intento de respuesta al nihilismo y a aquella retórica de la negación que termina cayendo
13 PE, T.I, p 133
14 En el doble significado de la espera y la esperanza

circularmente en sí misma y puede valer también como respuesta a aquel miedo subjetivo
que caracteriza cada fenómeno de crisis.
15
La utopía que rescata la noción del ser humano como misterio, respeta la unicidad de
cada   ser   humano   o   cada   comunidad,   en   este   sentido,   las   utopías   no   pueden   ser   ya
totalitarias, no puede poner el ideal o el discurso sobre los seres humanos, nunca más se
puede sacrificar a alguno o algunos en nombre de una utopía que algún día llegará, Bloch,
tenía claro los peligros que tal planteamiento engendraba:
las metas últimas  de  la  esperanza  no  deben  ser fijadas  a una  distancia excesiva,  pues
entonces más de uno pudiera preguntarse: qué me importa a mí eso, o pudieran desencadenarse
inhumanidades.
16
En el nivel subjetivo, la disposición utópica, fundamental en el ser humano, abre una
temporalidad  que  le  permite proyectarse  hacia  el  porvenir  –en el  reconocimiento de  sus
propios deseos y en la posibilidad de concretarlos­, en el nivel de las relaciones sociales o
dimensión social, la función utópica abre las puertas a la dimensión ética y perfila el camino
hacia la justicia, la realización y la felicidad.
Es  necesario  recordar  que  las  utopías  no  sólo  responden  a  necesidades  de    orden
político,   sino   también   de   orden   personal,   en   cuanto   responden   a   una   necesidad
antropológica fundamental, la expresión de deseos y necesidades se realiza en el ámbito
individual y en el social. Es precisamente, en esta disposición a esperar, donde surgen las
posibilidades  de  la  utopía  como  principio  de  acción.  La  utopía  representa  el  umbral  del
porvenir, la anticipación no sólo de lo que puede ser, sino también de lo que debe ser. En la
esperanza se reflejan no sólo las posibilidades, sino también las aspiraciones o los ideales
de los seres humanos.
Esta   posibilidad   de   proyectar,   de   esperar   como   esperanza   y   no   sólo   como   espera,
quiebra el eterno presente  y amplía las posibilidades de los seres humanos más allá de lo
que es, hacia lo que  puede ser  y hacia lo que  debe ser. No sólo refleja los deseos y las
expectativas que se tienen de sí, de los otros y de lo otro, del entorno vital; sino que permiten
al   ser   humano   tomar   conciencia   de   que   sin   una   consideración   ética   peligra   su   propia
15 Crinella, Galliano. Saggi sull’utopia. QuattroVenti, Urbino, 1988, p. 81
16 PE, T.I.

condición.
Es  preciso  señalar  que,  de  acuerdo  a  lo  anterior,  la  utopía  no  se  piensa  como  una
condición   a   la   que   se   llega   para   nunca   más   retornar,   con   el   concepto   de  ultimum,17
introducido por Bloch, se define un código ético que determina el rumbo utópico y lo aleja de
cualquier determinismo. Se abre un tiempo que, desde su no­lugar, se hace presente en el
aquí y en el ahora.   Por esto, la utopía expresa más un éxodo que un retorno, un éxodo
hacia una tierra siempre apuntada, siempre prometida por el proceso.
La  utopía  se  concreta  en  una  práctica,  donde  las  relaciones  sociales  y  políticas  se
circunscriben a una ética que rebasa los límites de las condiciones sociopolíticas inmediatas.
Es  en  este  contexto  donde  se  inserta  la  necesidad  de  las  utopías  como  una forma  de
reencantamiento18  del mundo: ante la ausencia de un referente que afirme la condición de
humanidad de las personas, los seres humanos precisan de una idea que los afirme en
cuanto tales y que al mismo tiempo les permita relacionarse con otros seres humanos. Sin
una idea de humanidad no se carece únicamente de una identidad propia, sino que se hacen
imposibles las relaciones con los demás que se pierden también en el anonimato y en la
indiferencia.
El pensamiento que descarta lo utópico como imposible se finca en una idea de lo real
como lo efectivamente existente, como lo determinado, lo que es. La utopía se empeña por
17 El concepto de ultimum expresa una anticipación; más que una afirmación a partir de lo que es y lo que
ha sido , en palabras de Bloch: «los fenómenos del mundo, ese encadenamiento de pruebas, constituyen la
fenomenología aún incompleta de nuestra materia real, como ultimum, y no como un primum» (PE). A esto se
refiere Ernst Bloch cuando expresa que el origen está en el éxodo y no en el génesis.
18  Max   Weber   distinguía   la   «racionalización»   y   el   «desencantamiento»   como   las   dos   tendencias
socioculturales   de   la   modernidad.   La   primera   tiene   que   ver   con   la   monopolización   de   la   razón   y   del
conocimiento por parte de la ciencia y la tecnología –como conocimiento de hechos y medios­. La segunda se
refiere a la ruptura con el «mundo encantado», el sentido último que sólo puede ser dado por la trascendencia.
(Lesnoff, Michael. La filosofía política del siglo XX. Madrid, Akal, 2001). Este «encantamiento» coincide con la
cosmovisión de las sociedades premodernas y su forma particular de pensar y pensarse en el tiempo, en el
espacio y en la relación con su mundo. Esta forma particular de pensamiento a la que Mircea Eliade denomina
«arcaico» está ligada a los ciclos naturales y estacionales que hasta hoy se conservan en las comunidades
agrarias como resultado lógico de la relación directa del ser humano con la naturaleza y con los ciclos vitales
ligados   a ésta.   A   diferencia   del  tiempo   histórico,   el  tiempo   cíclico   transcurre   como   una   reconstrucción   o
regeneración del tiempo.
Con la autosuficiencia del  sujeto moderno, el sentido ya no es impuesto de manera externa,  sino que
corresponde  a  la  voluntad  y  soberanía  del  individuo  o,  en  el  peor  de  los  casos  a  los modernos fetiches
relacionados con el dinero y el poder. De acuerdo con lo anterior, el reencantamiento del mundo que plantea el
espíritu utópico, tiene que ver con el sentido con el que la alteridad inviste al ser humano individual en su
carácter único y responsable ante los otros –tal como lo plantea Lévinas­..

ampliar   los   límites   de   esta   “realidad”   hacia   un  ser   posible.  Este   ser   posible   puede
presentarse,   ciertamente,   como   una   evasión,   como   una   “falsa   utopía”   que   calma
momentáneamente lo insoportable que puede ser el presente inmediato. Sin embargo, lo
aún­no­posible, la conciencia anticipadora, vincula la  realidad inmediata con el anhelo de
justicia y de realización humana plena.19
La  utopía   fraudulenta  debe   ser   descartada   porque   no   afirma,   sino   que   niega   a   la
humanidad de las personas, pero existe otra utopía que puede empeñarse en trascender la
realidad inmediata a partir de la transformación de dicha  realidad. Esta utopía no es una
utopía abstracta, sino una utopía concreta. Se trata de esos sueños que nos mueven hacia
un destino que se quiere alcanzar y por el cual se pueden tomar muchos caminos, quizá
largos, sinuosos y con paisajes inesperados.
La esperanza cobra una función de fundamental importancia en «aquellos períodos de
crisis y declive de la sociedad, como sucede en occidente, cuando los seres humanos se
dejan dominar por el miedo y la falta de coraje»,20 es entonces cuando la utopía responde, al
menos, a tres aspectos fundamentales para el ser humano y sus relaciones sociales:
• Una propuesta antropológica que permite replantear el concepto de lo humano.
• Una construcción de subjetividad que represente la posibilidad de afirmación de la propia
personalidad y de nuestra personalidad con los otros.
• Una   propuesta   de   relaciones   sociales   que   recuperen   la  dimensión   comunitaria   y   su
sentido de justicia.
En tanto no queden  resueltas estas  cuestiones,  vale la pena aferrarse a los  sueños.
Existe una necesidad de reencantamiento del mundo a partir de la cual se pueda vislumbrar
una realidad más amplia que la que aparece en la inmediatez de una vista empañada por el
miedo y por el egoísmo, por la nada.  Es este tipo de verdad la que ofrece el pensamiento de
19 Max Horkheimer describe este anhelo de justicia del ser humano como «el sentido de la vida fundado en
la Trascendencia, el objeto de anhelo de aquellos hombres que, ya desde milenios, sufrieron el horror de este
mundo», señala también, «la disolución del sentido teológico ligada al progreso de la ciencia, necesaria a la vez
que amenazadora para la  vida, atañe, inevitablemente a  la  vez  que inesperadamente,  a la  preferencia no
teológica del bien frente al mal, al amor verdadero, a la fidelidad a los vivos y a los muertos, a la felicidad y al
duelo». Horkheimer, Max. Anhelo de Justicia. Teoría crítica y religión. Madrid, Trotta, 2000, p. 126.
20 Crinella, Galliano. Op. Cit. p. 62.

Ernst Bloch, una verdad que aún no coincide con la realidad inmediata, una temporalidad que
comienza a proyectarse desde un destino ético. Esta es la riqueza de una utopía que tiene
como finalidad  la  plena  realización  humana,  a  partir  de  la  realización  de  la  justicia,  en
términos  de  comunidad;  y  a  partir  de  la  disposición  existencial  de  la  esperanza,  ambos
principios para la acción práctica.
3. Ernst Bloch: El peregrino de la esperanza.
El que sueña no queda nunca atado al lugar
Ernst Bloch (El Principio esperanza)
Ernst Bloch es el principal teórico de la utopía en el siglo XX, en primer lugar, por su
trabajo de recuperación de las utopías en todos lo niveles; en segundo, por la forma en que
reformula la importancia y el significado de lo utópico: no sólo para el pensamiento, sino para
la conformación de la existencia humana, tanto en el ámbito personal, como en el social.
Con   su   pensamiento,   las   utopías   no   sólo   son   reivindicadas   ante   un   pensamiento
inmediatista y determinista, con tendencia a generalizarse ­tanto en el medio filosófico como
en la condición existencial de su tiempo­, sino que éstas alcanzan una dimensión conceptual
diferente,   insinuada   algunas   veces,   pero   nunca   suficientemente   sistematizada   con   la
profundidad y con la riqueza temática que se manifiesta en el análisis de Bloch.
En sus tres tomos de El principio esperanza, Bloch expone una genealogía de las utopías
como   formas   de   acción   y   pensamiento   que   expresan   un   aspecto   fundamental   de   la
existencia   humana,   en   todos   los   tiempos   y   en   todos   los   lugares.   Pero   no   se   trata
simplemente de una historia de las utopías, se trata también de un análisis de éstas en
distintos niveles: social, político, histórico, filosófico, antropológico e incluso estético. Con
base en este análisis,  se  señala de manera  contundente la importancia de la dimensión
utópica como aspecto esencial de la condición humana.
De la misma manera que, con justicia, podemos describir a Bloch como el pensador de la
utopía, estamos obligados a reconocer que no sólo en su obra, sino en cada instante de su
propia vida se manifestaron las búsquedas y las anticipaciones utópicas. En este sentido, y
utilizando su propio lenguaje, Bloch fue un utopista y también un utópico. 21 Fue un intelectual
21  “Debe distinguirse entre el utopista y el utópico: el primero se aproxima tan sólo de forma puramente

que dedicó su vida a pensar la utopía y también un ser humano que siempre se esforzó en la
transformación del mundo para hacerla posible, este último aspecto se afirma en su reiterado
compromiso como militante marxista.
i. Antropología blochiana: la respuesta a la pregunta por nosotros mismos.
Ya se había mencionado que la pregunta antropológica  ¿Qué es el ser humano?, es
descrita   como   la   pregunta   más   importante,   entre   las   cuatro   fundamentales   para   el
pensamiento filosófico, de acuerdo a Kant. En realidad, dar respuesta a esta pregunta, ha
sido una de las preocupaciones más importantes a lo largo de la historia de la filosofía. La
forma de responderla, por otra parte, influye y refleja las condiciones en las que los seres
humanos se piensan, se asumen y se viven a sí mismos, así como a sus relaciones con otros
seres humanos y con el mundo, e incluso reflejan sus anhelos o la ausencia de éstos.
En el pensamiento antiguo, Aristóteles define al ser humano ­particularmente al hombre
libre que podía ser ciudadano­ como un zoon politikon, como un ser político, enfatizando la
importancia que tiene su relación con otros hombres y la constitución de la sociedad y el
Estado.   La  respuesta   moderna,   en  cambio,   orienta  su   respuesta   antropológica  hacia   la
voluntad y libertad individuales.
En  este  sentido,  y  sobre  la  necesidad  de  dar  respuesta  a  la  pregunta  por  nosotros
mismos, Heidegger, contemporáneo de Bloch22,  rompe con la indefinición que la tradición
occidental  había  dado  al  problema  del Ser,  al  ubicar  este  problema  en  el terreno  de  la
existencia humana. El ser humano es el único ente capaz de preguntarse por su propio ser y
por el ser en general, es el único capaz de romper el carácter abstracto y confuso en que se
había estancado esta pregunta.23
abstracta a los hechos, para mejorarlos exclusivamente en el pensamiento; el segundo echa mano también de
los materiales  constructivos externos.”  (PE T.I).  “Utopista es para Bloch el wishful thinking privado que no
aparece mediado por posibilidades reales de perfeccionamiento colectivo: utopistas son las teorizaciones de
Owen, de Fourier, y de los socialistas utópicos en general, porque no están mediadas por las tendencias y las
posibilidades reales existentes. La utopía por el contrario, tiene en su base esa estructura intencional de la
necesidad que la conciencia anticipadora expresa en sus imágenes, en «figuras» colectivas; su proyecto está
construido en constante mediación con las condiciones objetivas y a través de la búsqueda de su superación.”
(Zecchi, Stefano. Op. Cit. p. 111)
22 Martin Heidegger publica El ser y el tiempo en 1927. Ernst Bloch trabaja en El principio esperanza entre
1938 y 1949, un extracto de la obra “Libertad y orden” fue publicado en Nueva York en 1946.
23 Heidegger, Martin. El ser y el tiempo. México Fondo de Cultura Económica, 1991.

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