viernes, 1 de marzo de 2013




















2Paerte Ernst Bloch: El peregrino de la esperanza.
Los seres humanos son quienes pueden, y están obligados, a descifrar el enigma que
implica el Ser, para así encontrar también su ser propio. Sólo que el carácter indeterminado
de la existencia humana se convierte en un problema de difícil solución: ¿cómo se puede
entender el ser de algo inconcluso, cuando el Ser se distingue justamente por la completud,
por la totalidad?
Heidegger resuelve el problema del ser humano como totalidad en sí mismo, como ser
completo, a partir de la anticipación del último límite de la existencia humana: la muerte, cuya
anticipación le permite al ser humano proyectar su existencia total.24  La anticipación de la
muerte   le   permite   a   Heidegger   abarcar   el   intervalo   entre   el   comienzo   y   el   final   de   la
existencia, el tiempo al que se someten todas las posibilidades del ser en el mundo. Entre
dos extremos de la existencia, entre los límites del nacer y el morir se presentan todas las
posibilidades del ser humano; también a partir de éstos se abren, a cada ser en particular, el
tiempo y el mundo. La muerte permitiría a cada ser humano afirmarse en sí mismo a partir de
todas las posibilidades que se presentan en su existencia y le obligan a asumir su ser propio.
En contraste con el pensamiento heideggeriano, la indeterminación o indefinición de la
existencia humana es para Bloch la fuente de todas las posibilidades. La apertura de la
existencia   que   ubica   al   ser   humano   como   un   misterio   ante   el   que   se   abren   infinitas
posibilidades, como el ser que aún no termina de ser y, por lo tanto, se perfila como el artífice
de su existencia.
Bloch   nos   presenta   así,   un   vuelco   antropológico   del  Dasein  –ser   en   el   mundo­
heideggeriano, que ya no es el ser para la muerte, sino el ser humano esperanzado y abierto
al porvenir. Este vuelco en el pensamiento blochiano es posible por dos aspectos, herencia
de la cultura judeocristiana:
1. el antropológico: la realización del ser humano trasciende el dominio del propio ser y
se circunscribe a un orden ético que desborda las condiciones del presente.
2. el escatológico: la anticipación utópica de un ultimum25 –terminación o realización ética
24 La anticipación de la muerte como solución a la pregunta por el ser y la existencia, tiene sus orígenes en
el  pensamiento  clásico  griego  y  latino.  Heidegger  vuelve,  de  alguna manera,  a  la  respuesta  antropológica
griega.
25 El ultimum es la anticipación de la adecuación sujeto­objeto, momento en el que se verifica la «identidad
de posibilidad y realidad del sujeto, del mundo y su realización. El ultimum es un concepto que se verifica para
Bloch sólo escatológicamente» expresa «todos los sueños diurnos, esperanzas y utopías en lo que hasta ahora

del ser humano en comunidad­ que permite hacer frente al nihilismo y a la negación
de las posibilidades humanas. La utopía como escatología, el éxodo.
De acuerdo a lo anterior, Bloch supera la angustia existencial del ser para la muerte y, tal
como   lo   expresa   Lévinas,   «separa   el   tiempo   de   la   idea   de   la   nada   para   unirlo   a   la
terminación  utópica.  El  tiempo  no  es  aquí  pura  destrucción»,  es  apertura  y  espacio  de
esperanza utópica, es «concebir la muerte a partir del tiempo y no el tiempo a partir de la
muerte».26
El no, no es negación total como en Heidegger o en Sartre; el no como carencia se sitúa
espacial, temporal e históricamente y puede ser llenado por un novum histórico.27
Ante el miedo y la invasión de la Nada, Bloch nos presenta la esperanza como respuesta
del ser humano a un nihilismo que invade el ánimo de la humanidad y tiende a generalizarse
como la condición de nuestro tiempo.
Este tránsito del ser para la muerte al ser­en­posibilidad,28 nos ubica ante una perspectiva
diferente de la existencia y de la realidad donde «los individuos no son lo que son, son lo que
serán, la verdadera identidad descansa en el futuro».29 La posibilidad no se encuentra en la
existencia como negación, por el contrario, la existencia que se cierra a sus posibilidades es
una existencia que renuncia a recorrer el camino que puede llevarla al encuentro  aún­no­
realizado con su verdadero ser.
El   ser   humano   en   el   pensamiento   blochiano   «es   pensado   y   definido   como   un   ser
connotado por una radical apertura»,30 como un ser no­acabado, no­determinado, por ser y
por afirmarse en su carácter humano. En este sentido, la existencia humana se presenta
era fundamento oscuro», expresa el utopissimum, la «síntesis lograda donde se habrá realizado todo lo que
estuvo anunciado, anticipado en el recorrer del camino». (Gimbernat, José, Ernst Bloch. Utopía y esperanza.
Madrid, Cátedra, 1983. pp. 89­92.
26 Lévinas, Emmanuel. Dios, la muerte y el tiempo. Madrid, Cátedra, 1994. pp. 123 y 124.
27 Münster, Arno. Figures de l’utopie dans la pensée d’Ernst Bloch, París, Aubier, 1985.
28 Me parece que es importante considerar la concepción escatológica de la historia ­rasgo distintivo de la
construcción antropológica judía – como uno de los aspectos clave para perfilar la esperanza como el principio
fundamental en la apertura del ser humano a su propia existencia.
29 Geoghegan, Vincent. Ernst Bloch. Londres, Routledge, 1996, p. 97.
30 Cangiotti, Marco. Di cosa è fatta la speranza: lettura di Bloch. Urbino, QuattroVenti, 1985. P. 16

como   un   misterio,   «todavía   y   ni   tan   siquiera   del   todo   presente   y   por   eso   mismo   con
historia»;31 en su potencialidad se perfila como una existencia abierta, marcada por el signo
del cambio, por ser o siendo en posibilidad:
La posibilidad es un modo de ser peculiar y extraordinario que circunda la realidad dada y,
sobre todo, la precede.32
Esta  condición  de  apertura tiene  importantes  repercusiones  en  la  construcción  de  la
subjetividad individual y, aún más, en las  relaciones del ser humano frente a otros seres
humanos, frente a la naturaleza y a la historia. Un ser humano capaz de anticipar, no se halla
sujeto a ninguna condición externa como a algo permanente e inmutable. Esta situación se
traduce, en principio, en una conciencia crítica; por otra parte, la anticipación, en el contexto
del   compromiso   social,   permite   perfilar   anhelos   de   realización   de   libertad   y   justicia,
condiciones que no han sido realizadas y niegan constantemente a los seres humanos.
La anticipación utópica nos presenta un horizonte abierto que permite al ser humano
vencer el miedo y fortalecer la esperanza. A diferencia de la anticipación de la muerte, que se
expresa como angustia existencial, la esperanza es la disposición subjetiva ante la cual se
abre al ser humano un vasto horizonte sobre el cual actuar.
Ante el sujeto moderno y autosuficiente, Bloch propone el ser humano no­determinado,
abierto a la existencia como a una aventura, pero también comprometido con un porvenir
aún­no­acaecido que puede llevar al ser humano al encuentro con su verdadera esencia.
Ante  el  ser  para  la  muerte  heideggeriano  y  a  la  angustia  ante  lo  indeterminado,  Bloch
propone la esperanza, ese singular afecto de espera33 que se encuentra en la subjetividad de
31 PE, T. I.
32 Bloch, Ernst. Experimentum mundi. Brescia, Queriniana, 1980, p.79. (En adelante nos referiremos a este
texto como EM)
33  Para Ernst Bloch, el «aceite que alimenta la lámpara de la historia» es el imperativo por resolver las
necesidades materiales, a partir de éste, se manifiestan las pulsiones, como aspiraciones de los seres humanos
que, cuando se manifiestan como anhelos o manifestaciones sentidas, –se constituyen como un querer activo­ y
se convierten en afectos. Los afectos se convierten en deseo con contenido ­«el amor de algo, la esperanza de
algo,  la  alegría  por  algo»­ y  son  separados  por Bloch  en  dos tipos:  a)  los  afectos  saturados  o  saciados
­«aquellos cuyo impulso es reducido, en los cuales el objeto del instinto se encuentra a disposición, si no a la
disposición individual del momento, sí en el mundo a la mano», y b) los  afectos de espera «aquellos cuyo
impulso  es  extensivo,  en  los  cuales  el  objeto  del  instinto  no  se  encuentra  a  la  disposición  individual  del
momento, ni se halla tampoco presto en el mundo a la mano, de modo que puede dudarse todavía de su
resultado o de que acaezcan». (PE, TI, pp. 50­63)
Los  afectos   de   espera  se   diferencian   de   los  saturados  por   su   carácter   «incomparablemente   má

los seres humanos y que los proyecta hacia un porvenir que sólo ellos pueden construir. Así,
la existencia humana se perfila como una aventura con infinitas posibilidades y orientada al
fin de realizar su plena afirmación aún no alcanzada:
Soy, más no me pertenezco aún.34
Y, ese no pertenecerse, que abre un horizonte con infinitas posibilidades, sitúa al mismo
tiempo al ser humano ante sus límites, le genera una conciencia responsable frente a los
otros  seres  humanos  y  ante  su mundo,  pues  la  confianza  que  genera  la  esperanza  es
anticipación ética de un mundo mejor, del cual formamos parte. Estamos en el camino y
tenemos una responsabilidad histórica que asumir.
De acuerdo a este planteamiento, la vida no se agota en lo inmediato, ni se encuentra
marcada   por   un   pasado   determinado   o   ya­terminado35  y   por   un   futuro   marcado   por   la
fatalidad de algún destino. La realidad de la existencia humana no se agota en el instante,
sino que se encuentra abierta a la posibilidad, quizá aún­no­realizada, pero sí esperada,
latente en los anhelos y con tendencias para hacerse posible en las condiciones concretas,
en permanente cambio.
Esta  propuesta para  vivir  y  relacionarnos  con  el mundo  que nos  rodea,  en  profundo
contraste  con  puntos  de  vista  y  actitudes  que  se  limitan  a  una  realidad  inmediata  y  ya­
acontecida, es la que permite a Bloch llamar a una apertura de las capacidades de soñar y
desear   de   los   seres   humanos,   aún   más,   de   vincular   esos   sueños   y   anhelos   a   las
posibilidades que subyacen en la realidad ­como tendencia o como latencia­, para construir
el mundo que responde a su ser auténtico. Esta capacidad crítica, por otra parte, le permite
distinguir las falsas utopías –aquellas ideas evasivas que no tienen un vínculo concreto con
la realidad­,  de las utopías concretas.
De   acuerdo   a   las   ideas   de   Bloch,   el   ser   humano   es,   ante   todo,   un  misterio,   y   su
disposición a esperar y su apertura a la temporalidad, se presentan como fundamento de su
anticipador». El afecto de espera más importante, de acuerdo a Bloch, por representar «el afecto del anhelo y,
por tanto del yo», es la esperanza. (Ídem)
34 EM p.41
35 Existe una conciencia del pasado como herencia, que nos deja imágenes residuales y esperanzas aún­
no  verificadas que «configuran un excedente no  definitivamente perdido  sino transportable  a  la  realización
futura». (Ver Gimbernat, José. Ernst Bloch. Utopía y esperanza. Op. Cit. p. 95)

cualidad humana:
“… el hombre es, según se dice, el único ser que no se halla sujeto a ningún medio ambiente
determinado. Es  un  ser abierto al mundo, que tiene necesidad  y  capacidad de  construir por
doquier, en medio de sus culturas, su entorno vital mismo. No obstante, existe un elemento y un
medio ambiente, sin los cuales le es imposible vivir, y esto es la esperanza. Ella es el hálito de la
vida. Con la esperanza queremos pues, designar, dentro de este contexto: 1. Una peculiaridad
del ser específicamente humano, y 2. ese medio, elemento y fluido que requiere la existencia
específicamente humana. Si a continuación denominamos al hombre un “ser escatológico”, esto
quiere decir que tal asignación rebasa todas las demás antropologías que designan al hombre
como ser que se caracteriza por la palabra, o como ser político, o como ser instrumental. En
efecto, todas estas designaciones hacen referencia al entorno vital, que el hombre debe crear
culturalmente,  pero  no  a  su  apertura  al tiempo,  que  sitúa  al  hombre,  hasta  en  sus íntimas
entrañas existenciales, en el umbral que se mece entre el hoy fugitivo y el mañana que siempre
se presenta nuevo. En la esperanza intuimos que el hombre no conoce experiencias definitivas,
sino que percibe incesantemente nuevos obstáculos, impulsos y ocasiones en que evidenciar su
vitalidad”.36
Es precisamente en esta disposición a esperar, donde surgen las posibilidades de la
utopía como principio de acción. La utopía representa el umbral al porvenir, la anticipación no
sólo de lo que puede ser, sino también de lo que debe ser. En la esperanza no sólo se
reflejan   las   aspiraciones   o   los   ideales,   sino   también   las   potencialidades   de   los   seres
humanos. A los ojos de Ernst Bloch, el ser humano y su mundo no se limitan a la inmediatez
de una realidad que se agota en sí misma, esta noción sólo nos describe una realidad triste y
limitada  que  no  coincide  con  la  riqueza  del  existir  humano:  abierto,  por  construirse,  por
conocerse, por encontrarse a sí mismo.
La veta inagotable del existir se expresa en una antropología que nos presenta al ser
humano como  homo absconditus, como aquél que no se ha visto a sí cara a cara, en la
propuesta esperanzada y esperanzadora que da como respuesta al  problema­nosotros ­el
más importante y más difícil de  resolver­, a un ser humano abierto, aún­no­acabado, con
esperanza.
ii. Hacia una realidad más amplia y verdadera.
36 Moltmann, Jürgen. El experimento esperanza. Salamanca, Editorial Sígueme, 1977. p. 34

Bloch manifiesta su crítica a la sociedad moderna en dos sentidos fundamentales. En
primer lugar, y  sustentada por su pensamiento marxista  y su actividad política  socialista,
expresa una crítica a las relaciones sociales capitalistas que se concretan como relaciones
de opresión y, por lo tanto, de injusticia. En segundo lugar, Bloch manifiesta, a la vez, una
crítica / recuperación de la tradición filosófica occidental. En la forma de pensar, considera
Bloch, se encuentra ya limitada la forma de actuar, de situarse en el mundo y de ponerse
límites para transformarlo.
En Sujeto­objeto, además de expresar su admiración por la dialéctica hegeliana, expresa
las limitaciones de un pensamiento que se encuentra encerrado en sí mismo, en una lógica
que no sólo es circular sino que además se hace cada vez más estrecha. Bloch representará
la filosofía occidental como «la serpiente que se muerde la cola», por ser un sistema cerrado
que tiende a la contemplación.37
El pensamiento que mira al pasado y se detiene en el presente, limita las posibilidades
que el ser humano tiene hacia su porvenir y, así, lo ubica en un estado de contemplación que
limita  sus  posibilidades  de  crítica  y  de transformación,  «a  nivel  de método,  identifica  el
contenido del saber con el del haber­sido»,38 así, crea un círculo cerrado en el que cualquier
cambio a lo más que puede aspirar es a la repetición, pues carece del sentido de lo nuevo.
De   acuerdo   a   lo   anterior,   pensar   y   vivir   significarían   recordar,   más   que   aventurarse   o
experimentar.
La crítica blochiana de la filosofía de la anamnesis recibe en esta circunstancia una singular
orientación. Lo que Bloch reprocha a la filosofía del pasado es haber elaborado una concepción
de lo nuevo como repetición, permaneciendo así inevitablemente encerrada en lo «ya­sido»39
En   primer   lugar,   Bloch   critica   una   forma   cerrada   de   concebir   la   realidad   que   se
manifiesta, en  consecuencia, en una forma limitada de  vivir dicha  realidad. En  segundo,
Bloch plantea una apertura que va de la posibilidad de la ontología –las posibilidades que se
circunscriben a las condiciones ya dadas­ a la ontología de la posibilidad –las posibilidades
que  desbordan  lo  ya   determinado,  que  amplían  la   realidad  de   lo  posible,   a  lo  aún­no­
37 Crinella, Galliano. Op. cit. p. 84.
38  Bloch, Ernst.  Sujeto­objeto. El pensamiento de Hegel.  México, Fondo de Cultura Económica, 1983.  p.
411. (En adelante nos referiremos a este texto como SO).
39 Zecchi, Stefano. Op. Cit. p. 82.

Ante   el   pensamiento   que   se   presenta   como   sistema   cerrado,   Bloch   replantea   las
nociones de realidad y verdad de acuerdo a las potencialidades y posibilidades de lo real –
incluida la materia­, más allá de las condiciones inmediatas o presentes. Lo que Bloch está
planteando es un  ser abierto al porvenir, podríamos decir un  ser siendo, un  ser aún­no­
determinado.
Para   Bloch   el   principio   de   identidad   debe   transformarse   de   este   modo:
A = aún­no A (A = noch­nich A). Esta equivalencia se convierte en la categoría límite utópico­real

Ante   el   pensamiento   que   se   presenta   como   sistema   cerrado,   Bloch   replantea   las
nociones de realidad y verdad de acuerdo a las potencialidades y posibilidades de lo real –
incluida la materia­, más allá de las condiciones inmediatas o presentes. Lo que Bloch está
planteando es un  ser abierto al porvenir, podríamos decir un  ser siendo, un  ser aún­no­
determinado.
Para   Bloch   el   principio   de   identidad   debe   transformarse   de   este   modo:
A = aún­no A (A = noch­nich A). Esta equivalencia se convierte en la categoría límite utópico­real

de la reunificación, sin distinciones, de la apariencia con la esencia: por tanto, de lo que sería
todo  el  ser  en  la  verdad  y  en  la  realidad  de  su  entidad  en  general,  de  su  ser  intrínseco  y
esencial.40
S (el sujeto) todavía no es P (el predicado),  Bloch cuestiona así lo racional como verdad
aún­no  realizada, no todo lo  racional es  real ni lo  real es  racional  y, ambos pueden  ser
cuestionados.  No  se  ha  realizado  la  coincidencia  entre  sujeto  y  objeto,  sin  embargo,  la
realidad no es inmutable, es un proceso histórico en el que el ser humano debe buscar su
plena realización, en la conciencia de que lo real puede llegar a ser racional. Así,
la verdad que se realiza, explica Bloch, en ningún lugar es ya verdadera, y es por ello utopía.
El primer presupuesto de la utopía no debe circunscribirse a la simple constatación de la crisis de
la verdad, sino que debe comprender también el proceso de realización de lo verdadero en el que
ser y verdad no coinciden. Esta determinación de la relación verdad­ser podríamos considerarla
el elemento de fondo sobre el que se inserta la función utópica.41
Bloch encuentra en la conciencia anticipadora, propia del pensamiento utópico, la puerta
que   abre   el   espacio   de   la   inmediatez   a   una   realidad   más   amplia   –en   cuanto   a   las
posibilidades­ y verdadera –en cuanto reconoce la subordinación del ser y el mundo al orden
ético, al orden humano, a la terminación (fin de la explotación)­
42
La posibilidad anticipadora, no sólo permite la disposición de esperanza en la subjetividad
de los seres humanos ­disposición que los abre hacia su porvenir­, sino que, en términos
sociales, es la expresión del anhelo de justicia que permite una crítica capaz de generar
posibilidades de crear  relaciones  sociales  y políticas que nos acerquen al encuentro  con
nuestro ser verdaderamente humano.
En   este   sentido,   nadie   antes   que   Ernst   Bloch   había   definido   y   sistematizado   las
posibilidades   de   la   conciencia   utópica   como   reales.   La   dimensión   utópica   se   concebía
separada de la realidad, con una función estrictamente normativa o se ubicaba como una
crítica ética que negaba las condiciones inmediatas pero presentaba una propuesta diferente
con pocas posibilidades de concreción.
En otras palabras, antes de Ernst Bloch se presentaba una separación entre  realidad
40 Ídem, p. 81.
41 Zecchi, Stefano. Op. Cit. p. 95.
42 Lévinas, Emmanuel. Dios, la muerte y el tiempo. Op.Cit.

Nos encontramos así que la crítica de Bloch es inmediatamente anticipación y propuesta,
aún más, esa anticipación es la que permite cuestionar la autenticidad del ser humano en las
condiciones actuales.
iii. Esperanza y utopía concreta.
A la edad de veintitrés años  (1907) a Bloch le sorprenden  “como un  rayo”,  según él
mismo lo describió, reflexiones que nunca le habrían de abandonar: se trata de las nociones
del «aún­no­consciente» y del «aún­no­devenido», conceptos que más tarde allanarían las
sendas de la utopía que permitirían a Bloch replantear la realidad del mundo, ya no desde lo
dado   o   lo   manifiesto,   sino   a   partir   de   las   posibilidades   y   las   potencialidades   aún   no
desarrolladas.
La teoría del aún­no­consciente, a diferencia del ya­no­consciente de Freud, «trataba
sobre todo  de  lo  aún  inconsciente,  de  lo  que  alborea  ante  nosotros  en  la  juventud,  en
tiempos de transición, como el Renacimiento, el Sturm um Drang, la Revolución Francesa, el
primer  romanticismo, y en el  pathos  de lo nuevo, el peculiar  pathos  de la creatividad del
hombre»
47
.
Este planteamiento, que comenzó como intuición en el joven Bloch, será parte central en
“La conciencia anticipadora”, texto que sirve como fundamento a su obra capital El principio
esperanza. Aquí, Bloch reivindica al sujeto material que se encuentra a la  raíz del sujeto
psicológico.48 En este sentido, su crítica al psicoanálisis no es una negación o una refutación,
sino una mirada que ubica el sujeto psicológico a la luz de la historia y de los procesos
concretos que ésta entraña.
En este sentido, los impulsos y pulsiones en el ser humano están determinados social e
históricamente y se encuentran relacionados directamente a las condiciones materiales en
que se encuentran las personas. Apunta Bloch:
...la propia conservación –con el hambre como su manifestación más tangible­ es el único
47 Pérez del Corral, Justo. “Ernst Bloch: imágenes del hombre, claves del pensamiento”, en Gómez­Heras,
José María, Ernst Bloch. La utopía como dimensión y horizonte de su pensamiento. Antología, documentación y
estudios. Barcelona, Anthropos, 1993. p. 166.
48 Cangiotti, Marco. Op. Cit. p. 19

entre los varios impulsos fundamentales que realmente merece este nombre, es la última y más
concreta instancia instintiva referida al sujeto.49
Para Bloch está claro que la autoconservación se transforma continuamente, al pasar de
la tendencia biológica al deseo social complejo, que se encuentra en continua y dialéctica
relación de interacción con otras formas de deseo.50
La crítica que Bloch hace del sujeto psicológico, desde el sujeto social, se convierte en la
base   de   un   pensamiento   que   se   manifiesta   contra   las   condiciones   sociales,   políticas   y
económicas vigentes y contra la forma de concebir una realidad que se limita al pasado y al
presente inmediato. A partir de esta crítica, Bloch replantea la forma de concebir y vivir la
realidad, pues ésta tiene en sí misma la semilla de la utopía. Pensamiento y realidad, ser y
existencia,   naturaleza   y   ser   humano,   espíritu   y   materia,   son   parte   de   un   complejo   de
procesos   y   relaciones,   contienen   en   sí   ­y   al   mismo   tiempo   están   sujetos   a­   múltiples
posibilidades de cambio.
En lo que respecta a la subjetividad humana, la capacidad de soñar no se agota en el
inconsciente y en los sueños nocturnos; aún más importantes son los sueños diurnos y el
aún­no­consciente que caracteriza este tipo de proyecciones, al reflejar los deseos y anhelos
conscientes de los seres humanos. En los sueños diurnos se manifiesta la conciencia de algo
que falta  y  que  no  es  compatible  con  la  realidad  inmediata,  a  diferencia  de  los  sueños
nocturnos, que son una forma de escape o evasión ante situaciones pasadas que ya no se
pueden modificar.  Los  sueños  nocturnos  cumplen  una función  negativa,  se trata  de  una
superación   subjetiva  de   lo  ya   acontecido;   en   contraste,   los   sueños   diurnos  juegan  una
función positiva: en primer lugar expresan sueños o anhelos, expresan faltas y necesidades,
por lo tanto existen como posibilidad de transformación de la realidad.
Los   sueños   diurnos   son   proyecciones   hacia   el   futuro,   manifiestan   posibilidades
potenciales aún no realizadas que disponen a los seres humanos para la transformación de
las condiciones inmediatas con el fin de realizar las proyecciones desiderativas contenidas
49 PE T.I, p. 53
50 Cangiotti, Marco. Op. Cit. Al respecto señala este autor: Es evidente como la concepción blochiana de la
autoconservación está en franca oposición con la hobbesiana. En Hobbes, de hecho, este instinto es fruto del
miedo, por lo tanto de una condición antropológica de clausura y ocultamiento que nos lleva a una concepción
del hombre como un microcosmos encerrado en sí mismo e interesado en prolongar lo más posible tal estado
de aislamiento y soledad. (p. 20) En cambio en Bloch la autoconservación es motivada por el hambre y, por lo
tanto, por una condición de insatisfacción, razón por la cual el ser humano se ve obligado a salir de sí.

en este tipo de sueños.
Lo   utópico,   en   esta   fase  aún­no­consciente  existe   como   una   necesidad   para   la
realización de ese proyecto humano aún no acabado, se manifiesta como necesidad que
exige la transformación hacia una realidad nueva, diferente. Esta manifestación anticipadora
puede pasar de una forma aún­no­consciente a una etapa consciente­sabida, en la que no
sólo cuentan las expectativas creadas por los sueños diurnos; sino que éstos son analizados
a   la   luz   de   la   realidad   histórica,   poniéndose   de   manifiesto   sus   límites   y   posibilidades
objetivas; es entonces cuando la anticipación de los sueños diurnos deviene función utópica.
En la posibilidad de la acción orientada a la transformación del mundo se encuentra la
riqueza de la  función utópica. Esta función  se manifiesta en el nivel  subjetivo  como una
disposición de esperanza y, a partir de aquí, se perfila como una posibilidad que se hace
objetiva   en   cuanto   entra   en   contacto   con   las   condiciones   existentes,   comienza   a
manifestarse como realidad en la acción transformadora que logra suscitar.
La   función   utópica   es   de   acuerdo   a   Bloch,   «la   única   función   trascendente   que   ha
quedado y la única que merece quedar, una función trascendente sin trascendencia».51 De
esta manera nos expresa Bloch la crítica a una sociedad fetichista y a un pensamiento que
limita la verdad a lo ya determinado, por una parte, y la necesidad humana de trascender sus
limitaciones y todo aquello que la niega a partir de una anticipación de sus necesidades y
posibilidades de realización plena, por la otra.
En este sentido, se hace una recuperación de una parte del pensamiento religioso que, a
consideración de Bloch, no es únicamente ideología; sino que ­al igual que otras expresiones
humanas  como  el derecho  natural  ­,  no debe  ser  negada  completamente,  pues también
«está tejida de los sueños humanos no realizados, de la utopía todavía posible. Si el ateísmo
olvida   este   componente   anticipador,   con   frecuencia   activo   en   la   ideología   religiosa,   se
degrada a un ateísmo vulgar y economicista».52
Este sentido de aspiración a la trascendencia, de la búsqueda de lo infinito en la finitud,
propio del pensamiento religioso, es secularizado por Bloch al situarlo en la historia, en la
anticipación de la plenitud humana, en la apertura a un porvenir «sin un Sobre­nosotros,
51 PE T.I p. 135
52 Gimbernat, José. Op. Cit. p. 19.

traspuesto en lo alto (...) sino que se muestra “con el rostro descubierto”  […]  en el Ante­
Nosotros, nuestro verdadero momento presente».53
En esta posibilidad de un trascender secular, el ser humano no renuncia a sus anhelos y
deseos que no encuentran satisfacción en la inmediatez. El ser humano trasciende y  se
trasciende, de la misma manera que sucede con la realidad entera, realidad en la que Bloch
distingue como parte de su ser esencial la utopía, la posibilidad de abrir la temporalidad hacia
un destino ético. La conciencia utópica como horizonte y fundamento de la esperanza, hace
referencia a una certeza escatológica de una sociedad en la cual, eliminadas las fuentes del
mal y el conflicto, se realizaría una completa armonía entre hombre y naturaleza.54
La gran contribución de Bloch es haber hallado la utopía como componente de toda la
realidad –incluida la materia­, aún más, el haber situado la utopía como el factor dinámico
que da sentido a un mundo en permanente cambio:
a la utopía, a la esperanza finalizada por aquélla, hay que proporcionarles el suelo de la
realidad si tienen que ser algo más allá de los bellos deseos y de los suspiros de la conciencia
desdichada. La coherencia y fundamentación del sistema se producen cuando Bloch reconoce
como  correlato  del  principio  esperanza,  el  principio materia.  La materia  –toda  la  realidad  es
material­ representa el sustrato de la posibilidad de cambio. Se produce así la articulación entre
teoría social, proyecto político y una ontología de la realidad material.55
Bloch recupera la predisposición que Aristóteles reconocía en la materia y la interpreta,
no sólo en su modo activo­disposicional, sino también en su dimensión anticipatoria­latente.
56
Bloch distingue el katà tò dynatón  (ser­en­la­medida­de­lo­posible), respecto al dynámei ón
(ser­en­la­posibilidad), para describir dos formas de ser, de pensar y de vivir la realidad. La
primera remite todas las posibilidades a lo acaecido y a lo inmediato, al pasado y al presente
a   la  mano;   la  segunda   toma   en   cuenta  la  potencia  y  potencialidad57  de  las   cosas,   las
53 Bloch, Ernst. El ateísmo en el cristianismo. Versión en castellano, Madrid, Taurus, 1983. Señala Bloch en
el mismo texto: “Sin embargo, la idea de Dios con el futurum  como modo de ser donde brota este Otro, no
puede mantenerse en ninguna religión institucionalizada desde arriba, y así, en el doble sentido, acabada”.
54 Crinella, Galliano. Op. Cit. p. 76.
55 Ídem, p. 65
56 Cangiotti, Marco. Op. Cit.
57 El «poder ser distinto» está compuesto tanto por el poder­hacer­distinto, como por el poder­devenir­
distinto: el primero constituye la posibilidad activa como potencia o facultad, el segundo es posibilidad pasiva
como potencialidad. Zecchi, Stefano. Op. Cit. p. 155

osibilidades de cambio  externas  e  internas  inherentes a la  realidad  completa –sea ésta
social, histórica e incluso material­. Las posibilidades de cambio abarcan el mundo material y
natural. Bloch nos muestra una realidad completa con contenido utópico­.
De   acuerdo   a   Ernst   Bloch,   existencia,   ser   y   naturaleza,   tienen   su  aún­no,   sus
posibilidades y sus potencialidades de cambio, de la misma manera que se integran en el
proyecto de realización plena, para Bloch hay un Summum Bonum, un ultimum: el reino de la
libertad (Reich der Freiheit), la patria de la identidad (Heimatsidentität), que es el hogar de la
esperanza humana para la que el mismo fracaso es siempre provisional y puede resultar una
fuente y un incremento de dinamismo.
58
Entre  sujeto  y  objeto,  entre  deber  ser  y  ser,  la  presencia  (de  por  sí)  es  una mediación
cumplida  de tal manera  que  entre  estos términos  no  hay  ya  contradicción. Se trata  de  una
armonía espléndida y radiante llamada el Sumo Bien; pero en el mejor de los casos se halla en
una posibilidad real no imposible, es decir en la lejanía.59
De esta manera, Bloch logra perfilar un destino ético sin determinismos y suscitar un
anhelo   de   trascendencia   secularizado,60  al   reconocer   que   en   el   ser   humano   existe   la
capacidad de anticipar conscientemente el  totum,  la realización plena; pero sin perder de
vista que en  su  condición de  sujeto activo, el  ser humano puede decidir no transitar los
caminos  que  lo  acercan  a  la  concreción  de  la  realización  antes mencionada. En última
instancia, es el ser humano el que orienta sus pasos hacia la plenitud o hacia la negación,
hacia la Redención o hacia la Nada.
Ante el pensamiento que plantea la  realidad como lo empíricamente verificable, Bloch
propone una realidad abierta al futuro, a los anhelos y expectativas que apuntan a la plena
realización humana en comunidad, incluidos naturaleza y mundo. A las relaciones sociales
de opresión, Bloch plantea la necesidad de justicia y libertad objetivas, en este sentido, Bloch
plantea la necesidad de hacer coincidir ética y ontología.
De acuerdo a Bloch, hay una coincidencia entre ser y existencia. Se hace una crítica a la
idea del ser como algo fijo, inmutable, sin posibilidades de cambio, hacia una idea de ser
58  Hurbon, Laënec. “Ernst Bloch: utopía y esperanza”, en Moltmann, Jürgen y Laënec Hurbon.  Utopía y
esperanza. Diálogo con Ernst Bloch. Salamanca, Sígueme, 1980, p.66.
59 SO p. 419
60 Aquel que Horkheimer llama anhelo de justicia

abierto, a una posibilidad que, latente en los deseos y en la voluntad, son susceptibles no
sólo de expresarse, sino también de  concretarse en la acción del ser en un mundo que
también existe en el cambio, en el constante devenir. Otro elemento importante es el rescate
ético: un ser abierto a la posibilidad y a la crítica de lo existente es capaz de reconocer la
perfectibilidad del mundo, y esa perfectibilidad se encuentra íntimamente ligada a la justicia,
a la resolución de problemas que impiden que la existencia sea efectivamente humana.
Ya he mencionado en varias ocasiones una categoría fundamental en Bloch: la función
utópica.  Esta función  vincula  la  conciencia  y  la  acción  con  el  pensamiento  utópico.  Las
utopías no son simplemente ideas abstractas, a la utopía abstracta ­característica por cierto
de las ideologías que tienden a conservar un orden, las utopías como evasión­, Bloch opone
la  utopía concreta, aquella que tiende a la transformación de la  realidad, a la verdadera
vivencia de la vida, a la existencia auténtica de un ser abierto al futuro.
Aunque, a lo largo de la historia del pensamiento utópico, el nexo entre ética y utopía es
una   constante   ­la   propuesta   de   una   sociedad   ideal   es   la   característica   común   a   todo
pensamiento que se define como utópico­, en la propuesta de Bloch se marca una diferencia
fundamental  respecto a los análisis  sobre la utopía  y lo utópico que  se presentaron  con
anterioridad.   La   ética   en   la  función   utópica,   por   una   parte,   permite   la   crítica   de   las
condiciones existentes y, por otra y a partir de los valores que  reivindica, se abre a una
realidad posible, aunque aún­no­realizada. De manera que se establece un vínculo directo
entre esta dimensión ética  y la  propuesta utópica,  a  partir de la mediación de la acción
política.
Si existe una separación entre los principios éticos y la práctica concreta, y los primeros
se  ubican en  una  esfera  ideal,  separada  de  la  realidad  y,  en  consecuencia, abstracta  e
ilusoria, las relaciones sociales y políticas se limitan a una condición pasiva de contemplación
sin posibilidades de cambio.
Lo que ha impedido el brote del «aún­no­consciente», impide también la manifestación del
principio utópico o, a menudo, favorece el desarrollo de la utopía abstracta.61
Este fue el lugar de las utopías durante mucho tiempo, su no­lugar fue entendido como la
imposibilidad  de  concretar  ideales  que  no  eran  más  que  sueños  imposibles.  Fue  hasta
61 Zecchi, Stefano. Op. Cit., p. 96

principios  del terrible  siglo  XX,  el  siglo  que  combinó  barbarie  y  racionalidad  científica,
62
cuando Ernst Bloch, reivindicó lo concreto y lo real de las utopías como el aún­no­ser de la
realidad inmediata y la esencia del verdadero ser de la humanidad.
El problema de las utopías, a juicio de Bloch, radicaba fundamentalmente en su carácter
abstracto,  en  la  incapacidad  de  vincular  la  crítica  de  la  realidad  con  una  propuesta  de
transformación que tomara en cuenta los límites y las posibilidades concretas contenidas en
la historia. Esta separación de la dimensión crítica –utópica­, respecto a la propuesta ética –
eutópica­  expresa  los  límites  de  las  utopías  abstractas  para  actuar  concretamente  en  la
realidad, ya que éstas, expresa Bloch:
«habían dedicado las nueve décimas partes de su espacio a la pintura del Estado futuro, y
sólo una décima parte a la consideración crítica, a menudo sólo negativa, del presente».63
En  tales  condiciones,  por   más  nobles   y   legítimos   que   fueran   sus   ideales,   éstos   se
encontraban inconexos respecto a las condiciones reales para concretar un cambio, de aquí
que la propuesta teórica que Bloch reconocía como utopía concreta era el pensamiento de
Marx, pues fue él quien
«dedico más de las nueve décimas partes de su obra al análisis crítico del presente, y sólo
una parte relativamente mínima, a la caracterización del futuro».64
El  marxismo  representó  para Bloch  el  pensamiento   crítico  que  logro  instrumentar  la
función utópica. Esta concreción de la utopía se debe al reconocimiento de que a la relación
entre ética y utopía le es necesaria la mediación práctica ­la política­ para llegar a ser posible
o concreta. En otras palabras, para poder tener un vínculo práctico con la realidad concreta,
la utopía debe tener, en mayor o menor grado, posibilidades de transformación práctica. La
mediación práctica entre ética y utopía, es el vínculo que acerca o aleja las posibilidades
reales respecto al planteamiento utópico.
En   este   sentido,   las   utopías   no   sólo   llaman   a   los   seres   humanos   a   actuar   en   la
transformación de su realidad inmediata, sino que se presentan también como posibilidad de
su propia  realización. Por medio de los  deseos que  van unidos a  las utopías,  los  seres
62  Magris, Claudio.  Utopía y desencanto. Historias, esperanzas e ilusiones de la modernidad. Barcelona,
Anagrama, 2001.
63 PE T.II p. 190
64 PE T.II p. 190                                


humanos expresan, no sólo lo que son, sino lo que pueden y deben ser. Las acciones, e
incluso simplemente las expectativas creadas a partir de estos deseos, abren una disposición
vital de esperanza que le da sentido a la vida. El ser humano construye utopías, y las utopías
permiten la construcción del ser humano mismo. En Bloch se manifiestan, al mismo tiempo,
«una lógica de la utopía como construcción de lo humano» y una «intuición de la utopía
como modo de ser y manifestarse, como forma de lo humano».65
Nos encontramos así, con un Bloch teórico y convencido militante utópico, que no trata
únicamente de pensar y replantear el significado de las utopías, sino que trata de entender el
mundo y la realidad a la luz de la dimensión utópica y de afianzar el reconocimiento de lo
utópico como parte fundamental de la condición humana. Creo que hasta el final de su vida
Ernst Bloch estuvo convencido de esto, quizá por esto ante la pregunta ¿puede la esperanza
ser frustrada?, el viejo profesor de Tubinga respondió:
«también ella [la esperanza] podrá ser frustrada y será frustrada. Es más: tiene que ser
frustrada por su honor propio, si no, no sería esperanza».
66
En esta respuesta, a la vez académica, a la vez existencial,   se sintetiza parte de las
posibilidades que nos abren las utopías: llenar de matices y de murmullos la existencia, quizá
desconocidos e inesperados y precisamente por eso nuevos; se trata de una invitación para
asumir la vida como una aventura: «el experimento al que se somete el hombre es el de su
propia vida».67
De acuerdo con Ernst Bloch, estamos llamados a recorrer una y otra vez el camino que
perfilan nuestros sueños. La aventura del existir nos sitúa en el aún­no­lugar de la conciencia
utópica, en la esperanza de que sólo en la búsqueda de la humanidad plena y en la verdad
encontraremos el sendero que nos lleva a «la única tierra para la que el hombre existe, pero
en la cual, no puede aún –noch nicht­ entrar»,68 la utopía.
65 Cangiotti, Marco. Op. Cit  p. 16.
66 Krotz, Esteban. Utopía. México, Universidad Autónoma Metropolitana, 1988. p. 126
67 Moltmann, Jürgen, El experimento esperanza. Op. Cit. p. 11.
68  Neher, André. “The Pilgrim of Hope: Ernst Bloch”, en They Made their Souls Anew State University of
New York Press, 1990, p. 132.


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