viernes, 1 de marzo de 2013

Cuando el Financial Times quiere emular a The Godfather

Hace unas semanas, el diario británico Financial Times

 (FT) daba un ejemplo más de mal periodismo, al desperdiciar la oportunidad de abrir el debate sobre el siempre interesante asunto de la jubilación de los directivos de las grandes empresas para convertirlo en algo en lo que se ha especializado el salmón de la city londinense de un tiempo a esta parte: un ataque sin paliativos a la mayor entidad financiera española.


Utilizando un lenguaje tan zafio como insultante, FT demostraba que le cuesta digerir que un banco español tenga una presencia más que significativa en el sistema financiero británico y su redactor Jenkins, se despachaba a gusto contra la línea de flotación de la entidad española tomando como percha la edad de su presidente, al que definía de "diminuto septuagenario" en una muestra infantil de un hábito periodístico muy extendido y que cabe resumir en el "te vas a enterar" como respuesta a su fallida pretensión de mantener una entrevista on the record con Emilio Botín.

La pieza publicada por el FT, jaleada por algún que otro medio español, venía a poner el foco en un asunto de interés como es la necesidad o no de poner tope a los altos directivos y consejeros de las grandes empresas cotizadas, aunque el periodista desperdiciaba la oportunidad al desvirtuar el análisis desde un principio por la acidez, la amargura y el cabreo de un periodista que no había conseguido su deseo de firmar una entrevista con el primer banquero español y había decidido tomarse la venganza.

No es una cuestión menor el debate sobre la edad de los banqueros o de los presidentes de las cotizadas y el desacuerdo y la falta de consenso suele ser habitual, ya que las tendencias se mueven y por ello no resulta sorprendente la diversidad de teorías que se promueven en torno a este asunto de la gobernanza o del gobierno corporativo en donde las teorías oscilan desde quienes propugnan para los miembros independientes de los Consejos la no relación con el negocio, hasta quienes consideran imprescindible el conocimiento y la experiencia como parte sustancial de la honorabilidad y la idoneidad, tesis esta última a la que se apunta la European Banking Authority (EBA) en materia de buen gobierno.

Pero no era tanto este el objetivo del periodista del FT como el de someter a juicio sumarísimo el futuro del Santander, desde la suficiencia de un anglosajón poco dado a respetar todo aquello que proceda del sur de Europa y que, puestos a dar clases de gobierno corporativo, hacen lo imposible por no mirar en un radio de una yarda en torno a la sede de su periódico para no tener que mencionar así el monumental escandalazo de uno de sus bancos –Barcklays- por la manipulación del tipo de interés interbancario (Libor) y que le costó el cargo a su presidente, Marcus Agius, y su sustitución por David Walker, por cierto, de 72 años.

Según la teoría del cabreado Jenkins, que ya puestos se atreve incluso a ligar el futuro del Santander con el de su presidente, como si una entidad de las dimensiones del banco cántabro, dependiera del humor con que amanece su presidente, la reina de Inglaterra con 86 años cumplidos, debería ser desalojada de Buckingham Palace; Warren Buffett de 82 años debería abandonar sus exitosos negocios; Juan Miguel Villar Mir, el octogenario presidente de OHL y quien mejor ha sabido sortear la crisis, debería ser descalificado; Carlos Slim de 73 años, considerado como la persona más adinerada del mundo, debería ser expulsado de la vida empresarial; Alan Greenspan no hubiera debido presidir la Reserva Federal o Alex Ferguson con 72 años debería haberse jubilado hace una década, por no citar a Amancio Ortega o Rupert Murdoch.

Según la tesis (¿) del sagaz periodista británico, el 40 por ciento de los presidentes del Ibex 35 debería haber solicitado su jubilación por estar por encima de los 65 años, aunque del extenso texto con que se despacha el inglés, difícil es concluir que le preocupe, ni mucho, ni poco, ni nada, la edad de Emilio Botín, sino la consabida y manida colleja con la que los british o los giris tanto disfrutan cuando se trata de tratar a uno de los pigs.

El problema es que la posición de FT es recurrente y comienza a ser cansina, ya que su obsesión por España, traducida en una crítica sistemática y torticera, empieza a aburrir, aunque ejerce un efecto negativo que no es posible ignorar.

En el caso que nos ocupa, el tratamiento sesgado va acompañado de errores de consideración, algo que FT y sus periodistas han cuidado con esmero a lo largo de su vida. Esta despreocupación por la precisión se nota más que nunca cuando el autor no tiene inconveniente en afirmar cosas como que la cifra de negocio de la entidad presidida es igual al PIB de España o cuando enfatiza el mal comportamiento bursátil del banco cuando en 2012 su acción ha crecido cerca de un 4 por ciento.

Y como todo periodista inglés que se precie, el autor de la pataleta periodística, tras pontificar sobre la situación del sistema financiero español y sobre las normas de buen gobierno de su mayor representante, olvidándose que el Gobierno de Brown inyecto directamente 62.000 millones de euros para estabilizar el sistema financiero del Reino Unido, además de otras importantes cantidades para suministrar liquidez al sistema, el clarividente periodista nos tranquiliza a todos al señalar a Ana Patricia Botín como sucesora al frente del grupo.

Mientras tanto, el debate sobre la edad de jubilación de los consejeros de las cotizadas y sobre las condiciones y características que deben adornar a los banqueros, queda pendiente de que alguien lo aborde con rigor.

   via:Carlos Díaz Güell

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